MOVIMIENTO “HIGH TECH” - NORMAN FOSTER
Llevo varios meses investigando, leyendo y estructurando información sobre los movimientos arquitectónicos a través de la historia moderna. La intención es, entender la secuencia general de eventos para crear un hilo conductor de mis artículos.
Realizar este proceso me ha obligado a un pequeño alto en el camino en la creación de contenidos para este sitio web. Y ha valido la pena. Siento que me he dado un banquete de conocimientos e información sobre arquitectura - muy valiosa e interesante - que vale la pena transmitir y compartir con mis lectores en este sitio web.
En este menú (IKIGAI) escribiré sobre arquitectura moderna y varios temas sobre los cuales pondré en evidencia mi postura como arquitecto, como docente universitario y como un ciudadano más que tiene sus opiniones personales. Y lo haré en este menú sin cortar el hilo conductor que he venido creando en el menú “El material – procesos y equipos”, para entender cómo la especie humana - en la medida que ha evolucionado - se ha apropiado de conocimientos, técnicas y elaborado herramientas para transformar su hábitat desde que habitábamos las cavernas.
En esta oportunidad veremos el movimiento High Tech, y una reseña sobre NORMAN FOSTER, arquitecto y protagonista de esta arquitectura desde los años 70.
La arquitectura del movimiento High Tech (Alta Tecnología) es sinónimo de INNOVACIÓN total en el lenguaje arquitectónico y ha dejado proyectos disruptivos y que dan de qué hablar desde hace 50 años.
Innovar, ser creativo y llevar el diseño más allá de las fronteras convencionales; proponer nuevos conceptos y crear nuevos sistemas estructurales; experimentar con nuevas formas de construir y proponer nuevos materiales, puede ser de alto riesgo.
Cualquier error puede tener consecuencias graves para quienes habitan un edificio. Una vez se pone en servicio y accesible al público, lo normal es aplicar prácticas y rutinas de mantenimiento con el fin de preservar su estado y alargar la vida útil.
UN MUNDO TORMENTOSO Y DESHUMANIZADO
Este diciembre de 2024 fue como un “descanso de ocio reflexivo” para detenerme y evaluar lo sucedido en estos cuatro (4) años.
Quien iba a imaginar que en Marzo del 2020, el mundo quedaría detenido por completo.
Las difusas noticias sobre un virus desconocido hasta ese momento por la ciencia (fue lo que se dijo entonces), que afectaba de forma grave el sistema respiratorio y con alta mortalidad, obligaba a todos los países y habitantes del planeta a aislarse, a usar tapabocas, a asumir formas de aseo obligatorias, a romper las cadenas de suministro en la economía planetaria, y a confinar a ciudades enteras para que la humanidad pudiera sobrevivir.
La economía mundial entró en cuidados intensivos.
Los países se endeudaron para asumir y mitigar las consecuencias en la medida de sus posibilidades. Se cerraron empresas en todo el mundo; el desempleo afectó a millones de familias, y todas las actividades fueron impactadas de manera violenta. Se dijo que nada volvería a ser como antes. Se dijo que la Humanidad aprendería de esta dura experiencia de vida.
Hoy debo decir, que en realidad no aprendimos mayor cosa.
Hoy, tenemos un mundo que no es ni mejor ni peor al que teníamos antes.
Y después sucedieron cosas impensables que en vez de mejorar, lo que hicieron fue empeorar un mundo ya descuadernado y en crisis.
¿Qué hay en el fondo de todo esto? ¿Tendremos esperanza?
EL SENTIDO DE LA VIDA
La crisis de valores en la sociedad occidental de hoy
Vivimos un momento de la historia humana y la cultura occidental, llenos de oscuridad. Por donde uno mire, existe una profunda crisis de valores en todos los espacios de la sociedad.
Sangrientos conflictos bélicos que nos pueden llevar a una Tercera Guerra Mundial; enfrentamientos e intolerancia racial; confrontación cultural y religiosa en Europa y EEUU por islamistas radicales; crisis al interior de las religiones cristianas; agendas perversas pro aborto y para destruir la familia y la inocencia de la niñez; discursos políticos llenos de malicia, falsedad y violencia; países empobrecidos por regímenes con ideologías políticas corruptas y como resultado, el desplazamiento forzado de millones de familias buscando sobrevivir.
Estos escenarios son de tal gravedad y están tan brutalmente presentes en nuestras vidas por cuenta de las redes sociales, que terminan afectando nuestra salud mental y física. Al final, nada de lo que sucede puede ser resuelto por cada uno de nosotros, en tanto individuos.